11 de junio de 2013

El Imperio en la sombra

"No es nada personal, son sólo negocios" Michael Corleone

El imperialismo es la tendencia de un estado a extender su dominio y control sobre otros mediante el empleo de la fuerza o por influjos económicos y políticos. A lo largo de la historia, la construcción de los imperios se basaba en el uso de la potencia militar o con la amenaza de usarla. 

Una de las consecuencias del final de la Segunda Guerra Mundial fue la decadencia de los imperios coloniales creados en el siglo XIX dando paso a una nueva reorganización social, económica y política a nivel internacional en la que surgen dos nuevas superpotencias, los EEUU y la Unión Soviética. El nuevo orden no consolidó la plena estabilidad y la paz mundial. Las potencias continuaron con guerras intervencionistas en territorios ajenos, pero controlando la evolución de los conflictos debido al fantasma de un enfrentamiento nuclear. La solución militar como método expansionista pasa a ser demasiado peligrosa.

En 1951 la compañía británica Anglo Persian Oil Company, que posteriormente se convertiría en British Petroleum, controlaba la producción de uno de los mayores complejos petrolíferos de la época, situado en Irán. Fue entonces cuando el primer ministro iraní Mohammad Mosaddeq, elegido democráticamente, decidió nacionalizar todos los yacimientos al considerar que su pueblo no disponía ni de decisión ni de beneficio en la explotación de estos recursos. Gran Bretaña escaló el conflicto prohibiéndole vender el crudo, intentando afixiar económicamente a Irán y amenazando con enviar la flota de guerra. Denunció la nacionalización a la Corte Internacional de la Haya y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, quiénes ante la defensa personal de Mosaddeq por los derechos de Irán sobre su petróleo, finalmente se desentendieron del conflicto considerando que no tenían competencia. En su desesperación los ingleses solicitaron ayuda a EEUU, su aliado en la Segunda Guerra Mundial, pero ambos países temían que una represalia militar provocase una reacción soviética, también interesados por el petróleo, en favor de Irán.

Ante tal panorama, en lugar de trasladar a la Infantería de Marina, Washington envió a un agente de la CIA, Kermit Roosevelt, quién a base de amenazas y sobornos creó el escenario adecuado para impopularizar a Mosaddeq y provocar un golpe de estado en 1953 (Operación Ajax) que acabaría con su gobierno, restableciendo en el poder al Shah proamericano Mohammad Reza Pahlevi.

Producción vs consumo petróleo Irán. Fuente:crudeoilpeak.com

El éxito de la operación sentó las bases para la creación de una nueva estrategia de formación de imperios. Un nuevo método de expansión que minimizaría los riesgos de una confrontación nuclear. Pero quedaba un problema por resolver, la actuación de la CIA, por lo que la perfección del sistema se basaba en desvincular a los gobiernos de este tipo de acciones.

La solución a este dilema es la base del libro "Confesiones de un gángster económico" del economista y autor estadounidense John Perkins. En él relata su propia biografía como un Economic Hit Man (EHM), que podríamos traducir como gángster o sicario económico.

Según Perkins, para liberar a los gobiernos de operaciones como la realizada en Irán, la decisión fue utilizar consultores de empresas privadas. La función de estos agentes era la de indentificar a países relativamente pobres, pero con abundancia en recursos naturales deseados por las corporaciones occidentales. Debido a la falta de medios existentes en estos países, los EHM canalizan grandes préstamos económicos a través de agencias como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, con el fin de que obtengan los mecanismos necesarios que permitan la extracción de los recursos. El dinero prestado se destina a la construcción de grandes proyectos millonarios como parques industriales, embalses, infraestructuras y redes de energía que realizan multinacionales occidentales, que son las únicas que poseen la tecnología requerida para estas obras de gran envergadura. Los propietarios de importantes empresas de ingeniería y construcción occidentales ganan sustanciales sumas de dinero con las obras. Al final, la realización de toda esta estructura desemboca en una deuda externa, más los correspondientes intereses, que debe ser abonada.

Perkins detalla como estas operaciones aportan beneficios a las clases dirigentes de estos países, mientras los pobres, muchos de los cuales no están conectados a las redes ni tienen las habilidades para trabajar en esas nuevas industrias, son en cambio los que soportan el enorme peso de la deuda.


 

La deuda adquirida es de tal dimensión que es imposible para estos países abonarla en las condiciones exigidas por los organismos económicos internacionales. Es en ese momento cuando los EHM vuelven para ofrecer la alternativa. Los líderes de los países pobres quedan atrapados en una red de endeudamiento, por lo que se ven condicionados a "devolver la ayuda prestada" por medio de resoluciones políticas, económicas o militares. Han de vender sus recursos, incluso servicios sociales como sistemas de sanidad, educación, seguridad, potabilización de agua a empresas privadas. A cambio estos líderes ven consolidada su posición por haber proporcionado el desarrollo en su país.

El método, según explica John Perkins en su libro, es efectivo en un altísimo porcentaje de ocasiones. En el caso en que esta primera fase no funcione, intervienen lo que él denomina chacales, agentes especialistas en desestabilizar un país provocando golpes de estado o derrocando a líderes locales que se oponen. Si ambas fases fallan, el último recurso es el militar.

Perkins denomina Corporatocracia a la unidad formada por las multinacionales, los gobiernos y los bancos, considerando que utilizan su poderío financiero y político para asegurarse que escuelas, empresas y medios masivos de comunicación dependientes de corporaciones o mediante financiación publicitaria, apoyen y den cobertura al concepto de desarrollo económico.




Los resultados de este sistema son la expoliación de los recursos naturales, obtención de mano de obra barata explotada en condiciones inhumanas en talleres asiáticos (contratada por las más respetuosas empresas occidentales), contaminación y deterioro ecológico en la selva tropical por parte de empresas petroleras, desperdicios tóxicos en costas africanas; mientras aumenta la diferencia entre la proporción de ingresos entre ricos y pobres.

Este Imperio no tiene banderas. El dinero se mueve a un ritmo vertiginoso y a nivel global. Se señala a los EEUU y al resto de potencias occidentales como instigadores, pero en todos estos países también hay un pueblo que vive ajeno a los enormes beneficios corporativos, un pueblo que trabaja y lucha, un pueblo adoctrinado para consumir; aunque con nuestra ignorancia damos legitimidad al sistema y finalmente somos el último cordón de seguridad de lo que John Perkins llama Corporatocracia. 
Las grandes fortunas ni siquiera se hallan en los países occidentales. Están a salvo en paraisos fiscales cuyo verdadero arranque tuvo lugar en la década de los 60 con el sistema de precios de transferencia de las empresas petroleras.

No es una teoría conspiratoria. Este sistema no lo impulsa un pequeño grupo de personas, sino un sistema económico basado en un crecimiento constante, un sistema que genera competitividad y no solidaridad, un sistema que busca maximizar las ganancias, perpetuarlas, extenderlas y fortalecerlas aún a costa del impacto social y medioambiental.

La Historia nos ha demostrado que los imperios no perduran eternamente. El actual enemigo de éste es su propia idiosincrasia. Necesita constantemente crecer y para ello los recursos deberían ser ilimitados. Pero el motor del que se ha alimentado está en fase de estancamiento o iniciando el declive.

1 comentario:

tornillo dijo...

muy bueno, no sabía esa parte de la historia de Iran, detrás de los últimos conflictos siempre está el petróleo, ¿por qué será?.
ninguna civilización es derrotada sino está podrida por dentro.
un saludo.

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